Las consecuencias físicas y psicológicas para la mujer víctima de violencia son múltiples a nivel de su salud integral. Trastornos tales como dolor de espalda o de pelvis, trastornos ginecológicos, embarazos con complicaciones, enfermedades de transmisión sexual (ETS), dolores de cabeza, trastornos del sistema nervioso central y afecciones cardíacas o circulatorias son comunes, así como los “trastornos funcionales”, como por ejemplo el síndrome de colón irritable, la fibromialgia, los trastornos del aparato digestivo y diversos síndromes de dolor crónico. La salud reproductiva de las mujeres también puede verse afectada por la violencia. (Krug et al., 2002)
Las secuelas provocadas por el maltrato físico son evidentes, pero el impacto a nivel psicológico y el deterioro en la calidad de vida de estas mujeres es más difícil de identificar y evaluar. Para poder establecer el impacto de los efectos de la violencia contra la mujer sobre la salud individual y sobre la salud pública, se ha establecido un indicador basado en la pérdida de Años de Vida Saludables (AVISA). Este indicador permite calcular el número de años perdidos en relación a una esperanza de vida teórica, que determinaría el número de pérdida de AVISA que se producen como consecuencia de la violencia de pareja (Lorente, 2001). Se ha considerado que los daños físicos suponen el 55% de los AVISA perdidos, mientras que los “no físicos”, referidos a los psicológicos y a la salud reproductora, suponen el 45% . (Lorente, 2001).
La OMS considera el maltrato como uno de los mayores asuntos de salud y de derechos humanos. En el Informe Mundial sobre Violencia y Salud de la OMS (Krug et al., 2002) se resumen sus principales consecuencias psicológicas :
▪ Depresión y ansiedad
• Tristeza
• Ansiedad o angustia
▪ Fobias y trastorno de pánico
• Insomnio
• Cambios del estado de ánimo
• Ganas de llorar sin motivo
▪ Trastorno de estrés postraumático
▪ Trastornos de la conducta alimentaria y del sueño
▪ Trastornos psicosomáticos
▪ Sentimientos de vergüenza y culpabilidad
▪ Conductas autolíticas y autodestructivas
*Abuso de alcohol y drogas
• Irritabilidad
▪ Baja autoestima
▪ Suicidio o ideación suicida
En la Macroencuesta del Instituto de la Mujer de España se señalan los siguientes : ganas de llorar sin motivos, cambios de ánimo, ansiedad o angustia, inapetencia sexual, irritabilidad, tristeza por pensar que no se vale nada, dolores de cabeza, gripe, dolores de espalda o articulaciones, insomnio o falta de sueño y fatiga permanente.(La violencia contra las mujeres. Resultados de la Macroencuesta III. Madrid, 2006).
Revisión de la literatura sobre las consecuencias psicológicas
Amor, (2000) y Etcheburía, Corral y Amor (2002) dicen que la situación de estrés crónico en que viven las mujeres maltratadas la responsable de la aparición de éstas y otras alteraciones. Los síntomas más frecuentes que encontraron son los de ansiedad, tristeza, pérdida de autoestima, labilidad emocional, inapetencia sexual, fatiga permanente e insomnio.
Amor, Echeburúa, Corral, Sarasúa y Zubizarreta (2001) Han llevado a cabo investigaciones para determinar qué características de la violencia podrían estar relacionadas con la gravedad psicopatológica de las víctimas.
Lorente (2001) Afirma que un 30% de las mujeres maltratadas sufre agresiones durante el embarazo, siendo la provocación o amenaza de un aborto una de las posibles consecuencias. Las víctimas desarrollan también otros problemas psicopatológicos como trastornos de ansiedad, trastornos y estados disociativos, intentos de suicidio, trastornos de la alimentación, alcoholismo y drogodependencias. Villavicencio (2000).
La depresión tiende a aparecer con más frecuencia en las víctimas de maltrato y hay también otros trastornos comórbidos al TEP, en especial los trastornos de ansiedad y el abuso de sustancias psicoactivas. Además de los anteriores, las mujeres víctimas suelen presentar patrones anormales en las relaciones interpersonales (irritabilidad, desconfianza, dificultad para sentir afecto), cambios en la imagen corporal y disfunciones sexuales. Echeburúa, Corral y Amor (1998).
Otras respuestas habituales a consecuencia del trauma son las siguientes:
- minimización de lo ocurrido o negación del peligro
- distorsiones cognitivas (idealización de su agresor)
- disociación
- conductas de “cuidado”de su agresor como estrategia de afrontamiento (conductas de pena,
- apaciguamiento, justificación, complacerlo, decirle que busque ayuda terapéutica)
Corsi (1995 ) dice que vivir en la violencia suscita una ansiedad extrema con respuestas de sobresalto y alerta constante puesto que la mujer siente que su integridad y a veces su vida, está amenazada. Agrega a los síntomas anteriores el déficit en la resolución de problemas : Alexitimia, culpa por comisión u omisión, sentirse desbordada o agobiada, sensación de que ha cambiado su mundo, desilusión con respecto a la justicia y la autoridad, conductas autodestructivas, sentimientos de indefensión, problemas de memoria, problemas para relacionarse.
Como consecuencia de una agresión se producen cambios en el sistema de creencias. Kilpatrick & Otto (1987) lo explican de la siguiente manera: la gente generalmente asume que su mundo es predecible, justo, legal y seguro, pero después de ser victimizado estos supuestos básicos son sacudidos, lo que produce un sentimiento de vulnerabilidad, rabia y una necesidad de comprender por qué fueron abusados. Cuando las personas han sido expuestas a hechos inesperados e incontrolables, reaccionan con pasividad (indefensión aprendida y desesperanza) El impacto psicológico en la víctima varía, según las características personales, el sistema de apoyo, y su historia pueden afectar como reacciona y su recuperación.
Principales trastornos psicopatológicos que desarrollan las víctimas como consecuencia de la violencia sufrida:
* Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT)
* Depresión.
La depresión es el diagnóstico que se hace con más frecuencia a las víctimas. Golding en 1999, llevó a cabo un meta-análisis en el que se revisaba la relación entre depresión y violencia de género (física), encontrando una prevalencia del 15% al 83 %. La gravedad de la depresión se asociaba de forma directa a la gravedad o duración de la violencia.
* Ansiedad
(Gleason, 1993): fobias específicas, agorafobia, trastorno de ansiedad generalizada y trastorno obsesivo-compulsivo.
* Baja autoestima.
La autoestima de las mujeres (Lagarde, 1999), se ve dañada en una relación en la que es constantemente descalificada por su agresor con el fin de minarla psicológicamente. El maltrato provoca un deterioro en su autopercepción, un aumento en las creencias negativas con respecto a sí misma y porque disminuye la capacidad de la mujer de afrontar la situación de violencia (Echeburúa et al.1997) Algunos estudios señalan además que es el maltrato psicológico el que provocaría un mayor deterioro en la autoestima de estas víctimas, debido a las continuas descalificaciones y agresiones verbales de su agresor, que contribuye a esa autoevaluación negativa, y también porque el aislamiento a que es sometida la pone en una situación de privación de contactos sociales que mejoren esa autoimagen.
Por tanto, una red social de apoyo es importante para cambiar esta situación y consideramos esencial tratar este aspecto en la intervención terapéutica. Para lograr su recuperación, es importante realizar acciones en favor de la autoestima de las mujeres víctimas. Dichas acciones se enfocan en concientizar a la mujer de que tiene recursos internos propios, a ayudarla a desarrollar habilidades subjetivas y prácticas que le permitan apreciar sus cualidades y potenciarlas y ayudarla a crearse una red de apoyo que la sostenga.
* Distorsiones cognitivas
Las mujeres víctimas de violencia de pareja utilizan ciertas estrategias cognitivas de supervivencia que suponen una distorsión de la realidad y varían en función de las diferencias individuales y de la fase evolutiva del maltrato.
Si la violencia comienza de forma sutil y es de tipo psicológico, la víctima suele tender a la negación o minimización del problema, así como al autoengaño y a la atención selectiva hacia los aspectos positivos de su pareja. Los comportamientos violentos pueden llegar incluso a justificarse. (Echeburúa, Amor y de Corral, 2002) Muchas veces la mujer se aferra a la creencia de que su agresor "cambiará" y se autoinculpa por no poder complacerle para que no le agreda.
Además, las víctimas también modifican su sistema de creencias debido a que la violencia la padecen dentro del hogar (el lugar supuestamente más seguro) lo que rompe su sensación de seguridad y la hace sentir que el mundo es un lugar peligroso.
Miller & Porter (1983) distinguen tres tipos de cogniciones de autoinculpación en mujeres maltratadas: por creer que son ellas las causantes de los episodios de violencia, por no ser capaces de detenerlos y por tolerar la violencia. Estos pensamientos causan un gran deterioro emocional.
Echeburúa et al (2002) señalan que es frecuente encontrar las siguientes creencias distorsionadas entre las mujeres víctimas:
a) sentir vergüenza de hacer pública en el medio social una conducta tan degradante;
b) creer que los hijos necesitan crecer y madurar emocionalmente con la presencia ineludible de un padre y de una madre;
c) tener la convicción de que la víctima no podría sacar adelante a sus hijos por sí sola;
d) considerar que la familia es un valor absoluto en sí mismo y que, por tanto, debe mantenerse a toda costa;
e) creer que la fuerza del amor lo puede todo y que, si ella persevera en su conducta, conseguirá que el maltrato finalice;
f) pensar que su pareja, que, en el fondo, es buena persona y está enamorado de ella, cambiará con el tiempo;
g) estar firmemente convencida de que ella es imprescindible para evitar que él caiga "en el abismo
* Déficit en resolución de problemas
Launius & Jensen (1987) afirman que las víctimas de violencia muestran un déficit general en estrategias de afrontamiento, al encontrar que presentaban dificultades en las tres habilidades para una resolución de problemas eficaz: la habilidad para generar un gran número de alternativas, para generar soluciones eficaces y para seleccionar una alternativa eficaz ante un problema. Al parecer la experiencia repetida de los episodios violentos, la percepción de incapacidad para hacer frente a la violencia, la sensación de indefensión que se deriva de ello y el deterioro que a nivel emocional sufren serían algunos de los factores que podrían explicar este déficit.
* Inadaptación a la vida cotidiana
Las mujeres víctimas presentan un índice muy alto de inadaptación a la vida cotidiana, sin que haya diferencias significativas en función del tipo de maltrato experimentado. (Echeburúa et al. (1997)
* Dependencia de sustancias
Algunas mujeres víctimas recurren al consumo de sustancias adictivas como forma de tolerar el dolor físico o emocional generado por la violencia constante (drogas, alcohol, psicofármacos) utilizados a los efectos de reducir la ansiedad y bloquear el malestar físico y emocional derivado de la situación de estrés crónico que provoca el maltrato (Echeburúa y Corral, 1998) Golding (1999) (Clark &Foy, 2000).
* Suicidio o ideación suicida
En el estudio meta-analítico de Golding (1999) la tasa de prevalencia de suicidio en mujeres víctimas de malos tratos encontrada oscila entre un 4.6% y un 77%, con una media que se sitúa en un 17.9%, muy por encima de la media de la población normativa.
Stark, Flitcraft & Frazier (1979) en sus estudios, encontraron que un 29% del total de mujeres ingresadas en el servicio de urgencias de un hospital por intento de suicidio eran mujeres maltratadas, habiéndolo sido ese mismo día la mitad de ellas, y el 75% restante durante los seis meses anteriores.
Lorente (2001) ha sugerido que en España entre el 20% y el 40% de las mujeres que se suicidan cada año tienen antecedentes de malos tratos.
Entre los factores de riesgo del suicidio, Blaauw, Arensman, Kraaij, Winkel & Bout (2002) afirman que es la situación de aislamiento a la que están sometidas las víctimas la variable que mejor predice la decisión de estas mujeres de acabar con su vida, como la única solución para escapar del sufrimiento que están viviendo.
Los estudios cuestionan la creencia popular según la cual el hogar es el lugar donde las mujeres están más seguras, demostrando que es donde están más expuestas a la violencia de género que en ningún otro lugar.
Las Referencias Bibliográficas se encuentran en Google Search y PsychINFO Database.
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