Se ha de ha de dejar claro que pedir igualdad de oportunidades no significa que se niegue la diferencia entre los sexos, que es real. Sólo que esta diferencia ha tenido históricamente el sentido de una jerarquía en la cual prevalece lo masculino, aunque se presente disfrazada de neutralidad, y esto es lo que se busca cambiar.
En los últimos años se intentó avanzar en la equiparación hombre-mujer, pero el problema es que se ha concebido la igualdad como equivalencia, tomando como parámetro el ser humano hombre, cuando la diferencia sexual es mutua.
Ahora bien, la lucha por esta igualdad (que era necesaria y que aún en los hechos no se ha conseguido totalmente) significó que la mujer tuvo que entrar en un mundo masculinizado. Este ámbito público no ha cambiado sus esquemas y estructuras construídos para los hombres y los hombres (en general) aún no han hecho el camino inverso hacia el ámbito privado.
Para conseguir vivir nuestras diferencias en condiciones de igualdad se ha de educar la sociedad en todos los sentidos, mediante políticas transversales que incidan en todas las áreas de nuestra vida.
El igualitarismo real no llegará sin cambios profundos, sin una alteración de las relaciones de poder, sin un discurso centrado en las mujeres, que reconozca nuestra diversidad y especifidad, y que las mujeres y los hombres somos igualmente diferentes y necesitamos políticas diferentes. Por eso se aconseja la coeducación en la infancia, que consiste en el desarrollo de todas las capacidades, tanto de niñas como de niños, a través de la educación. Coeducar no significa conseguir la igualdad sexual, porque cada niño o cada niña tiene derecho a ser diferente, y cada mujer y cada hombre también. Igualdad de oportunidades, en el respeto por la diferencia y la especificidad de cada persona.
En los últimos años se intentó avanzar en la equiparación hombre-mujer, pero el problema es que se ha concebido la igualdad como equivalencia, tomando como parámetro el ser humano hombre, cuando la diferencia sexual es mutua.
Ahora bien, la lucha por esta igualdad (que era necesaria y que aún en los hechos no se ha conseguido totalmente) significó que la mujer tuvo que entrar en un mundo masculinizado. Este ámbito público no ha cambiado sus esquemas y estructuras construídos para los hombres y los hombres (en general) aún no han hecho el camino inverso hacia el ámbito privado.
Para conseguir vivir nuestras diferencias en condiciones de igualdad se ha de educar la sociedad en todos los sentidos, mediante políticas transversales que incidan en todas las áreas de nuestra vida.
El igualitarismo real no llegará sin cambios profundos, sin una alteración de las relaciones de poder, sin un discurso centrado en las mujeres, que reconozca nuestra diversidad y especifidad, y que las mujeres y los hombres somos igualmente diferentes y necesitamos políticas diferentes.