Violencia contra las mujeres
La violencia contra las mujeres continúa siendo una epidemia global que mata, lastima y perjudica física, psicológica, sexual y económicamente a millones de mujeres de todas las edades. Para decirlo alto y claro: es una violación de los derechos humanos negarle a las mujeres la igualdad, la seguridad, la dignidad y las libertades fundamentales.
Este tipo de violencia está presente en todo el mundo; no hay un solo lugar que pueda decir que está libre de este grave problema social, más allá de diferencias culturales, religiosas, de educación o de nivel económico. Aún las sociedades más avanzadas que en la letra de la ley garantizan a las mujeres todos los derechos y tienen leyes específicas contra la violencia de género, tienen la asignatura pendiente de hacerlas cumplir en los hechos, en la transgresión cotidiana que se da en muchos hogares, que aún es aceptada mediante el silencio cómplice de muchas personas. Los niveles de tolerancia social son aún demasiado elevados hacia un problema del cual vemos sólo “la punta del iceberg”
Según la Declaración de las Naciones Unidas para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, Resolución de la Asamblea General, de diciembre de 1993: “La violencia contra las mujeres es la manifestación de relaciones de poder históricamente desiguales entre los hombres y las mujeres, que han llevado a la dominación y la discriminación contra las mujeres hecha por los hombres y a la evitación del completo avance de las mujeres…”.
Asimismo, la Organización Mundial de la Salud, que desde hace años viene denunciando la violencia contra la mujer como un problema de salud prioritario, pide en su Informe Mundial sobre la Violencia y la Salud (2002) “Integrar la prevención de la violencia en las políticas sociales y educativas y promover además la igualdad entre los sexos y la igualdad social” (Recomendación 6)
Ya es hora que tomemos conciencia de que esta no es una cuestión privada que le pasa a otros detrás de las paredes de su casa, es un problema que nos compete a todas y todos como integrantes de esta sociedad, y como testigos que estamos siendo del dolor ajeno. Debemos aunar esfuerzos y hacer oír nuestra voz para seguir trabajando aliviando el sufrimiento de las mujeres víctimas, y también para educar, movilizar conciencias y sensibilizar sobre este tema a todo el que todavía no haya abierto su mente y su corazón.
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